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Aromas de nostalgia

Actualizado: 1 ago 2021


Vivir con ganas, disfrutar de esas pequeñas cosas que al fin y al cabo son las que de verdad importan. Que daríamos hoy por volver a celebrar nuestro Ramo como hace unos años.

Pero, aunque parecía que algo más calmados y confiados con la vacuna, aún debemos permanecer alerta, con precaución.

Mientras tanto yo os recuerdo los Ramos de antaño, cuando era niña.

Dadme la mano os llevo a aquellos maravillosos años de mi infancia...




El pueblo amanecía envuelto en la lozanía efímera de la madrugada. Las gentes de antaño, en mayor número que ahora, habitaban Higuera impregnando los días de faenas y cotidianeidad. Los hombres marchan al campo con sus bestias repicando a cada paso el soniquete de los cascos sobre el empedrado de las calles encaladas aún exiguas de esa luz cálida y pastosa que más tarde precedería al tenue frescor de la alborada.


A lo lejos y desde la lancha lizaera se divisa Serrávila con su tono de azulillo disipado. El trino de las pizpiretas golondrinas rompe el silencio por un momento cuando la madre lleva a su nido de barro, que cuelga de una de las ventanas de las escuelas cual estalactita, algún bicho extraño para alimentar a sus polluelos que se debaten por el sustento.


Las escuelas permanecen cerradas, es tiempo de vacaciones. La calma se hace extraña, como si un sueño soporífero invadiera al pueblo. Sin los niños y sin sus gritos todo se paraliza, y se reduce, a esas horas tempranas, a algún saludo entre paisanos que se cruzan deseándose un buen día a su manera.

-Ay!...

-Ey!

-¿Viene este año tú Julia?

-Sí, mañana llega en el servicio de Mondragón. Chascho estoy deseando verla no te creas.

-No me extraña, un año entero se hace largo. Pero ya mañana te puedes resarcir y disfrutar de tus nietos.

¿Cuántos tienes ya?

-Tres, Pablo el mayor, la Luisa tendrá cinco años ahora, y la más pequeña creo que son tres años lo que tiene.

-¡Hala!, te dejo que tengo faena.

-Adiós, que te cunda.


Desde El lejío, y de camino a la plaza, un aroma dulzón y cálido a cochura de pan recién hecho invade los sentidos. Pero los churros no son para menos; a medida que uno se va acercando a la plaza (haciendo varias paradas en los distintos puestos..., La Palmira, La Paca o El Moreno), con el estómago vacío aun por el ayuno que espera saciar en breve, se remueven los jugos deseosos de saborear ese sencillo pero sabroso manjar.



El estío enardecido del mes de agosto se acerca caluroso por la misma senda que el servicio del Norte. Por la carretera serpenteante de esperanza y anhelo que llega al pueblo el autobús se aproxima cargado de paisanos que marcharon de su casa muy a su pesar para buscarse un futuro dónde albergar sus sueños. Todos los recibimos contentos. Son nuestros paisanos, los hijos como nosotros de este pueblo que vuelven a su tierra para encontrarse con los suyos, sus hermanos y compañeros.

Los niños que éramos entonces, ávidos de aventuras y de nuevos amigos, queremos inventar historias nuevas para nuestros juegos y corremos impacientes hacia la plaza a encontrarnos con ellos.

¡Qué alborozo se respira! ¡cuántos abrazos de bienvenida!... Lágrimas de alegría y añoranza.

-De nuevo en mi pueblo.


Cordones de bombillas de colores engarzadas en volandas sobre el cielo permanecen sobrias a la espera del ocaso en que lucirán radiantes exhibiendo sus figuras cual constelaciones fulgentes de las noches de san Lorenzo. Apenas quedan unos días para el gran día y ellas comenzarán a anunciarlo chispeando sus destellos luminosos, engalanando las calles principales, señalando el camino hacia el bullicio, la vida y los sueños.

El atronador sonido de los cohetes, seguidos por el chisporroteo incesante, que cual lluvia de fuego colorea el cielo, anuncia la víspera del día grande del Ramo. Diez de agosto. Dedicado a nuestra patrona Inmaculada y esperado con anhelo.


-¡Qué nervios!... Todo un mes ensayando los bailes ahora toca mostrarlos al pueblo. A ver si nos sale bien. Toda la gente nos mira. Y este calor sofocante me hace olvidarme los pasos...

-Chascha no sufras, no lo pienses, seguro que sale todo bien.



Y las niñas ataviadas con el más vetusto y caluroso traje regional extremeño, bajo un sol de justicia en la plaza del pueblo, después de la procesión a la virgen exhibíamos nuestro repertorio sin desfallecer un momento.

La jota del Palancar, El candil, La uva y El triángulo... Ah se me olvidaba El fandango extremeño.


La noche se engalana con sus luces de colores, la música de la caseta suena confusa entre reclamos de tómbolas.

Las estrellas difusas al fondo del cielo pierden protagonismo en las calles de la feria. Se retiran buscando la calma hacia La laguna o El cerrito y es en estos parajes donde los enamorados buscan cobijo a solas, deseosos de compartir su amor y dar rienda suelta a sus deseos...


Relato completo publicado en la revista del Ramo de Higuera de la Serena.

Diseño de la portada: Antonia Portalo



 




 





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